Un señor en Centro Habana se toca la garganta y mira hacia los lados varias veces antes de toser.
Una señora se aferra a su pañuelo durante un viaje en taxi subiendo La Rampa, en el Vedado.
«El mejor guarapo de La Habana», me dice un colega que me acompaña parte del recorrido. «En Playa venden también, pero es más hielo que jugo... Las cosas siempre saben diferente en El Cerro».
Yo me abstuve de tomar guarapo pero no por el coronavirus: entre el cansancio y la posible caída de presión, prefiero continuar caminando.
Una vendedora de jugos en una cafetería estatal me sorprende de lejos. Ella sí ve 20-20.
El chofer que me trasladó una parte del camino sólo asentía con la cabeza.
Romance sin mascarilla en la Terminal de Ómnibus Nacionales de La Habana.
Es lunes 23 de marzo, 18:20, ni de madrugada vi la esquina del Coppelia tan solitaria.
Son las 19:08 en 23 y Malecón.
Una última vuelta turística en auto clásico.
Posible pervertido con cámara interrumpe romance frente al mar.
Deja vú.
Aislado, en lo alto y con estatuas.
Un día, un mes, un año más.