Según un informe de la OPS/OMS del 2018, del total de años perdidos por discapacidad (APD) en Cuba, la tercera parte (32%) fue por causa de trastornos mentales, según datos oficiales.
Víctor trabajó más de diez años en el hospital psiquiátrico de Santa Clara, primero como almacenero y luego, como cuidador. Actualmente se encarga de buscar todas las materias primas y controlar las finanzas del proyecto Corazón Solidario, para pacientes de enfermedades mentales. Levantó el hogar que hoy ocupa en la calle Maceo 412 desde las ruinas, con apenas tres habitaciones techadas, el 15 de octubre de 2013.
Daver espera llenar de conejos estas jaulas a inicios de año, y junto a Joselier y Edelberto atiende las plantas aromáticas del pequeño huerto. Cada vez les quedan menos métodos tradicionales para luchar contra las constantes plagas en los cultivos.
Yunior, de menos de 30 años, pica algunos panes viejos donados al proyecto para tostarlos, convertirlos en migas, y luego venderlos en pequeños sobres. «Los compran mucho para hacer croquetas».
Rosita escoge el arroz del almuerzo y dicen sus compañeros que no para de sonreír, a pesar de haber sufrido una crisis nerviosa con el aislamiento inicial a causa de la pandemia. Cercana a los 70 años, es doctora en Ciencias, antigua profesora titular de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba.
Víctor respira profundo cada vez que habla sobre la comida que ofrecen en el hogar del proyecto. «Si es difícil para la familia promedio cubana asegurar su alimento, imagínate conseguirlo para 28 personas como mínimo».
Rafael y Edelberto preparan los pabilos para hacer pequeñas velas. Se venden por unos pocos pesos cubanos y aunque Víctor reconozca que pasa más trabajo buscando la materia prima necesaria, los pacientes se sienten útiles con sus actividades y crean lazos afectivos y sociales dentro del grupo.
Gilberto vende estampas religiosas, adornos y velas a la entrada del hogar del proyecto. A veces supera la veintena de artículos diferentes, pero recita los precios de todos sin dudar.
Víctor visita a Guillermo al Hospital Psiquiátrico Provincial cada vez que puede y le comparte a través de la cerca algunos dulces. Guillermo estaba integrado al proyecto y vivía en una amplia casa de su propiedad. Fue internado en el hospital por sus parientes, quienes ahora ocupan su apartamento. «Podría estar allí el resto de su vida».
Rosita vive con su hermana y le tienen prohibido abrir la puerta de su casa.