
Foto reportaje inédito.
Fui enviado por la emisora radial CMHW a cubrir la fase de “recuperación” en Playa Nazábal, Villa Clara. El gobierno había decretado que ya era tiempo de volver, de reconstruir, de mostrar al mundo su cercanía con el pueblo. El sol caía picante, insolente, como castigo sobre los escombros. ningún animal, ningún insecto. Ni el viento se escuchaba. No era el silencio de la calma, sino el de la ausencia. El pueblo, entendí pronto, había desaparecido mucho antes de que Irma lo desfigurara.
Las casas eran esqueletos abiertos al cielo. Los techos, jirones de zinc colgando como lenguas muertas. Entre la maleza, los pocos vecinos que habían regresado se movían como fantasmas: recogían pedazos de vida, levantaban paredes con lo que encontraban, maldecían en voz baja. Algunos no hablaban. Otros me miraban con una mezcla de desconfianza y resignación. “¿Para qué vienes?”, me preguntó un hombre mientras clavaba una tabla. “Aquí no hay gobierno. Aquí no hay nada.”
Fotografié lo que vi: un niño en un columpio oxidado frente al mar vacío, una mujer que lavaba ropa entre ruinas, un televisor apagado sobre un pasillo sin techo. Retraté la sed, el calor, el abandono. Cada imagen era una pregunta sin respuesta. Cada encuadre, una denuncia muda. No había brigadas, ni funcionarios, ni promesas. Solo la voluntad rota de quienes decidieron volver a pesar de todo.
Cuando entregué el fotorreportaje, la emisora lo rechazó. “No refleja el espíritu de recuperación”, dijeron. “No apoya la visión oficial”. Pâra aquel entonces el gobierno cubano todavía se esforzaba por guardar las apariencias.

Ocho años despúes el gobierno cubano ya no se inmuta, no queda nada de la crisis total que esconder. No tiene que pasar ningún huracán para que abunden los apagones durante días enteros, los escombros y la basura por todas partes, el hambre y los rostros quemados por el sol. Hay una verdad que no cabe en los discursos. Una verdad que resiste, como Nazábal, entre la sed y la ruina.
Irma, fue el mayor huracán registrado hasta ese momento en el océano Atlántico y azotó Cuba durante más de 72 horas en septiembre de 2017. Los fuertes vientos y lluvias provocaron inundaciones que dejaron 10 víctimas mortales y daños graves en las viviendas, las infraestructuras y la agricultura de 13 de las 15 provincias de la isla, sobre todo en las zonas costeras.
En total, más de 9 millones de personas se vieron afectados y más de 2 millones debieron refugiarse mayormente en casas particulares.












