Aquella tarde de junio, justo al inicio de la temporada ciclónica en Cuba, Ricardo tostaba panes viejos en un horno que él mismo había construido con un tanque metálico de 55 galones.
Había sacado algunas yucas de los quince pequeños surcos al fondo de su casa. Todavía no estaban óptimas, pero es su vianda preferida. Quería perfeccionar una vieja receta que le recordó su padre, y que comió mucho durante el llamado Periodo Especial de los años 90: el casabe.
“Olvídate de la batidora. Los mejores tamales de maíz se hacen también con este guayo”, asegura Ricardo. El guayo es una lámina de aluminio perforada con un clavo.
“A mi papá le gusta que la masa cocida quede medio blanda y elástica, sabe bien con azúcar prieta dentro, pero voy a probar secarla un poco para que quede una tortilla crujiente”, explica.
Luego de exprimir la masa y ponerla al sol durante una hora, la mezcló con ajo, hizo tortillas delgadas y las doró en una sartén engrasada con manteca de puerco. La tortilla de casabe resultante no duró mucho tiempo crujiente, pero sabía bien.
Una gallina lo asustó mientras saboreaba un par de tortillas en el patio y algunos trozos caían al suelo.
Unas vacas ajenas se colaron en su parcela y apenas dejaron los tallos de yuca, después de acabar con siembras cercanas de habichuela, acelga y boniato. Las vacas tenían mucha hambre.
Mientras conversábamos, su vecina Cecilia le pidió que le picara nueve cocos para hacer dulce.
Su vecina Cecilia quiso mezclar coco rallado con boniatillo para tranquilizar a sus nietos que no quisieron dormir la siesta.
Ricardo adora el coco y aprovecha para empinarse dos enteros. Nunca bebe agua y come masa al mismo tiempo, porque asegura que se empacha.
Recoge algunas habichuelas plantadas en la entrada de su casa.
Ricardo compra yucas a un vendedor ambulante. Una vecina se acerca con la ilusión de comprar cebollas y se aleja maldiciendo el precio.
Bajo la sombra de este algarrobo, Ricardo tiene una pequeña plantación de café. Comienza a lloviznar. Una tormenta se acerca. “Lo que necesitamos es fuerza… Y comida para tener fuerza”.