Fotorreportaje publicado por Periodismo de Barrio (2020)

Esas pequeñísimas, rojizas y bravas hormigas, las santanicas, no hacen nidos, pero se apelotonan en cualquier pliegue de árbol cuando presienten la tormenta.
Ricardo se enfurece cada vez que le cae encima una hoja de plátano llena de santanicas. Tiene el pecho y las manos rojas, y se sacude constantemente la camisa húmeda por la llovizna.
En El Hueco, a las afueras de Santa Clara, en el centro de Cuba, las personas buscan sus propias alternativas para alimentarse en medio de la escasez. Lo mismo siembran una parcela de tierra que “desaparecen” racimos de plátano de las plantaciones ajenas; lo mismo hacen boniatillo que salen a pescar a la presa. Ricardo, por ejemplo, hace casabe. “Hay que improvisar, porque en la calle a veces ni con dinero encuentras comida… Y aunque yo pueda cultivar algunas boberías, sigo comprando más del 70 % de lo que mi esposa y yo comemos”.
Aunque su papá dice que escogí fotografiar al más vago de sus hijos, Ricardo no para de hacer cosas. Está nervioso por la proximidad de una tormenta. Bromea y se ríe. “Podrás tener un mal día, podrás hasta perder tu casa, pero nunca debes dejar de comer… ¿De qué otra forma vas a seguir empujando p’alante?”.
Después de varios días de lluvia, la vieja carretera-pedraplén-trillo que se adentra en esta comunidad creciente tiene todos sus baches-charcos-estanques llenos de agua donde nadan patos. Aunque algunos vecinos han descubierto nuevas goteras en sus casas, y la humedad sube por las paredes, la vida nunca cambia demasiado en El Hueco.

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